DDE V. CAPÍTULO 1
Erin vuelve a la superficie y se reúne con Diane, que está en la entrada derruida de la sala de estar que daba a la entrada secreta a los laboratorios. Cuando ésta pregunta cómo fue Erin resopla y le cuenta todo.
—¿Qué vamos a hacer ahora? —pregunta mientras caminan hacia el campo de entrenamiento, que es la única zona a la que ahora hay acceso, pues el resto del edificio está clausurado y hecho ruinas.
Erin le explica que hablarán con cada uno de los soldados y si es necesario con los estudiantes, para buscar voluntarios que los acompañen. A Diane le parece una mala idea, pero no tienen ninguna otra opción e incluso es probable que terminen yendo solos.
Mientras caminan hacia la carpa de los heridos, Diane le dice que hay unas personas que le interesará conocer. Le explica que se trata de sus compañeros, parte del grupo desaparecido durante lo ocurrido en el Área 28.
—Imposible... —exclama—. Todos murieron en el sector 6.
—Es verdad —responde Diane—, pero no todos estaban en ese lugar. Hubo un grupo de cuatro chicos que no estuvieron en el sector 6, sino con Loward en alguna parte de Chicago. El grupo que invadió el Instituto los trajo, al parecer con la intención de utilizarlos para que los guiaran hacia los laboratorios, pero la verdad es que no están seguros. Ellos se negaron todo lo que pudieron y terminaron asesinando a uno de ellos. Los otros tres lograron escapar en cuanto Adam llegó y bueno... Están aquí... y te recuerdan. Tal vez deberías ir a hablar con ellos.
Al final Erin asiente y Diane la dirige hacia la carpa.
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Allá, dos jóvenes hablan mientras un tercero es atendido por una enfermera que le trata una herida en el brazo derecho. Están conversando sobre el ser que atacó al grupo que los trajo aquí. La enfermera les dice que se trata de Adam Myers y está a punto de decirles algo más, pero entonces uno de ellos, el rubio delgado, suelta en una exclamación:
—¡Erin!
Y corre hacia ella. El otro, que está cruzado de brazos, un alto fornido de barba, lo sigue, impresionado. El tercero, de un rubio oscuro y barba incipiente, se queda allí sentado, pues la enfermera lo sigue vendando.
El rubio se lanza a abrazar a Erin, que se queda perpleja. El chico de barba le ordena que la deje en paz o pensará que es un acosador. Cuando el rubio la suelta el de la barba le expresa lo feliz que están de verla de nuevo. Ella se disculpa porque no los recuerda, aunque sabe que son importantes para ella. El de barba se presenta como Neil Hinske y el rubio como Brad Rupert. Le cuentan que fueron compañeros desde niños y prácticamente pasaron toda la vida juntos. Entonces, por fin se acerca el tercero con el brazo vendado. La mira fijamente, con un aire de dureza que incomoda a er, que se pone tensa y lo mira sin decir nada.
—Y éste —le dice Neil a Erin, pasándole un brazo por encima de los hombros al lesionado— es Jeremy Illan.
Erin mira a Jeremy y le dice que lo recuerda. Entonces le dice que él fue quien le dio ánimos para utilizar sus poderes. Jeremy, algo decepcionado, le dice que así fue. Entonces Erin les pide que le ayuden a recordar todo lo que hizo en su pasado. Diane entonces se despide, diciéndole a Erin que irá con Miles para checar lo de la información que les traerá. Se despiden y entonces se vuelve con ellos.
Neil y Brad le dicen que necesitarán bastante tiempo para hablarle de todo su pasado. Jeremy se muestra mucho más distante, pero acepta y los cuatro se alejan de la carpa para buscar un lugar dónde sentarse.
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Adam llega al viejo edificio donde se oculta. Entra agotado y baja al laboratorio. Al entrar se percata de que Leslie está durmiendo en un sofá que se encuentra junto a las camillas donde están Gethin y Belle. Él pasa de ella y se quita la camisa que le dieron en el Instituto. Se sienta junto a la mesa de experimentos y prepara una jeringuilla con el antídoto de Vita. Se mira el brazo. La reacción del dardo que le lanzaron ya ha pasado, pero su brazo ha quedado amorfo ya que su mutación real ha quedado al descubierto.
Se amarra una liga en el bíceps y se inyecta el antídoto. De inmediato su brazo vuelve a una forma normal, pero entonces comienza a volverse negro y viscoso. Para su asombro, su piel comienza a carbonizarse y se derrite, empezando a caerse. Asustado, toma otra jeringuilla y, con apuro, se la inyecta. Se trata de un congelante que él mismo fabricó a base del antídoto y varios coagulantes. Entonces su piel deja de derretirse y toma una textura gelatinosa, pero se queda negra y unas partes de su músculo interior quedan al descubierto. Él gruñe y busca algo con qué vendarse, pero la tela sólo deteriora más su piel. Horrorizado, sale del laboratorio con apuro. Leslie se despierta justo para verlo salir. Entonces se levanta y sale lentamente para buscarlo.
Lo encuentra en la habitación de arriba, vendando su brazo con una especie de plástico. Cuando se acerca, Adam le dice que ella tiene que marcharse. Leslie le dice que sólo quería ver cómo estaba porque salió corriendo ayer por la noche sin decir nada, pero que si no se encuentra bien entonces bajará y esperará...
Pero él la interrumpe y le dice que tiene que marcharse para siempre, pues aunque él quiera no podrá cuidar de ella por mucho más tiempo. Le dice que conseguirá el dinero y le dará lo que necesite, pero tiene que buscar un mejor lugar donde quedarse. Leslie le suplica que no la abandone, pues no tiene a dónde ir, pero Adam insiste en que, de cualquier manera, no hay forma de que lo acompañe a donde debe partir, refiriéndose a la misión de la que Erin estuvo hablando cuando estuvo en el Instituto.
Leslie lo interrumpe y le pide que no la subestime, pues no sabe las cosas que ha visto en este mundo y no ha conocido a los monstruos con los que ha tenido que tratar. Entonces se da la vuelta y sale de la habitación, dejándole en claro que no se irá. Adam se queda perplejo, pero decide no discutir nada más.
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Cuando cae el atardecer, Erin sigue hablando con los chicos, todos sentados en la cafetería improvisada, afuera del comedor destruido de los soldados. Neil le cuenta que ella siempre fue una líder nata y Brad bromea diciendo que más bien era una mandona. Le cuenta cómo desde pequeños siempre fue la consentida de los maestros y le gustaba organizar a todos e intervenir en todo lo que se hiciera. Era muy peleonera y competitiva, y nunca se callaba durante las clases. Brad le dice que los tenía un poco hartos a todos, pero cuando creció se volvió más relajada. Entre risas le cuentan que fue así hasta que llegó su competencia, señalando a Jeremy con la cabeza. Él los escucha en silencio.
Le cuentan que él llegó al Instituto cuando tenían alrededor de 10 años y de inmediato se volvieron rivales, pues él era igual que ella. Se peleaban por el cuadro de honor y la presidencia de la clase. Neil dice que fue así hasta antes de la graduación de la secundaria.
—¿Qué pasó después de la graduación? —pregunta ella con una sonrisa.
Jeremy se levanta de golpe y les dice que regresará con la enfermera porque la venda le incomoda. Erin se ofrece a acompañarlo pero él se niega. Cuando se marcha Erin comenta que al parecer no le cae muy bien, pero ellos le dicen que él es a quien más le duele que haya perdido la memoria. Antes de que pueda preguntar nada más escuchan un ajetreo desde la carpa y se acercan.
Allí un grupo de organizadores forman en filas a los alumnos, que están dispersos y preocupados. Se reúnen con Jeremy, quien les explica que quieren subir a todos a unos camiones para trasladarlos. Una organizadora explica que los llevarán al Instituto Mouth. Se acercan a Wells, que está más adelante, y él les explica que se vieron presionados por los medios y la policía para desalojar el lugar. Erin decide abrirse paso. Jeremy la alcanza y le pregunta qué hace.
—Ellos no piensan esperar ni un minuto más, así que yo tampoco lo haré —responde.
Sube a una mesa con ayuda de él y pide la atención de todos. Les habla del plan de ir a buscar a los responsables. Les dice que aún no cuentan con mucha ayuda, pero tienen a Adam de su lado. Los invita a unirse a los que quieran hacer justicia.
Silencio y después las primeras voces de protesta. La acusan de querer llevarlos a morir. La tachan de loca y anarquista. Intenta defenderse, alega que ellos pudieron haber sido los muertos, pero una chica le dice que no lo fueron y que no piensan tentar a la suerte por su sed de venganza, la culpa de haber traído problemas y caos. Todos comienzan a irse con los organizadores. Ella les señala la ofrenda de luto que colocaron la noche anterior como incentivo para pelear. La chica de antes la llama hipócrita, pues no recuerda a ninguno de ellos y lo único que busca es defender a su amigo asesino, el tal Adam. Descubre horrorizada que todos ya saben sobre los crímenes de Adam.
—Si realmente quieres ayudarnos, baja de allí ya y no quieras dártelas de mesías para mandarnos a una contienda suicida —escupe la chica con odio.
A Erin no le queda más que verlos marchar. Cuando baja se cruza con la mirada indulgente de Wells. Ella lo esquiva y se marcha de ahí.
Se sienta sobre escombros en una esquina alejada, maldiciéndose. Aparecen los tres chicos y la consuelan, alegando que fueron crueles por tratarla así. Entonces Jeremy remarca que no fueron malos, sino cobardes. Erin les da las gracias y les pide que se marchen con el resto para no correr más peligro, pero Jeremy afirma que él la acompañará quiera o no. Brad y Neil lo secundan.
—Considéranos tus tres mosqueteros —dice éste último.
Ella les sonríe y no le queda más que darles las gracias.
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Un montón de imágenes pasan frente a la vista nublada de Anthea. Ve caras, luces artificiales, un quirófano. Pero no reconoce nada.
Más tarde, aunque no sabe cuánto tiempo después, por fin recobra la consciencia. Se encuentra en una camilla, en un cuarto blanco y conectada a un sinfín de aparatos. Trata de moverse, pero de inmediato se da cuenta que no siente las piernas. Intenta incorporarse, pero un tubo incrustado en su columna le hace soltar un grito de dolor.
Mira a su alrededor con lágrimas en los ojos, tratando de entender su situación. A su derecha, un montón de estudios que detectan múltiples fluctuaciones energéticas, variaciones intravenosas, resultados de pruebas realizadas en ella; radiografías de una columna perforada, intervenciones con clavos quirúrgicos, invasión en el LCR de su espina dorsal...
A su izquierda, una vitrina repleta de contenedores con líquido rojo y unas pequeñas figuras en su interior que tarda unos segundos en descifrar. Cuando los distingue un escalofrío le recorre la espalda.
Fetos. Alimentados a través del cordón, conectados a un entramado de cables que se unen en el suelo, se enredan y suben por la camilla para perderse justo entre las piernas de Anthea. Ella mira hacia abajo. Ve sus piernas sujetas a cada lado y una enorme mancha roja resalta en la sábana blanca que cubre su pelvis.
Ella, temblorosa, cierra los ojos y suelta un grito que se mezcla con su llanto.
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Goti despierta en la sala de recuperación improvisada en los laboratorios. Pronto se da cuenta de que tiene la frente y el pecho empapados en sudor. Es de madrugada así que debe levantarse con cuidado de no hacer ruido para ir al baño.
Llega a la puerta y enciende la luz. Se mira al espejo y contempla su brazo, que está inmovilizado por el esguince y su mano enyesada por la muñeca rota. Suspira al recordar su sueño. Desde que Anthea lo sacó del Área 20 siempre ha tenido estas imágenes en la mente, estas voces que le susurran órdenes, esta sensación agotadora de que algo en su interior empuja contra su conciencia y su cordura. Esta terrible certeza de que algo lucha en su interior por tomar el control.
Al principio creía que sólo eran sueños o tal vez recuerdos. Pero desde que se llevaron a Anthea no ha dejado de sentir como si algo le indicara dónde está y le ordenara hacer cosas. Intenta alejar esos pensamientos y toma agua con su mano buena para mojarse la cara, pero cuando lo hace una ráfaga de imágenes le llenan la cabeza. Confundido, llena el lavabo de agua y sumerge la cabeza. Todo viene a su mente en forma de imágenes vertiginosas y borrosas, con colores distorsionadas, formas que le cuesta descifrar y sonidos inquietantes.
Contempla un lugar oscuro, como un escondite. Cruza un pasillo cavernoso hasta una puerta de acero. Ve agua y hielo. Habitaciones enormes hechas de metales.
Ve a una chica albina que camina al lado de un hombre de traje, que es el mismo que estuvo en el ataque al Instituto y al que llamaban jefe.
Ve al otro albino, conectado a una máquina que lo alimenta, mientras una mujer le quita la máscara y alrededor de su boca se ven un montón de cicatrices que deforman su rostro.
Ve una enorme sala donde mucha gente se dedica a armar cosas, conectar aparatos, soldar estanterías pesadas. Parece una especie de laboratorio en construcción.
Ve pasillos y puertas.
Se topa con la mujer psicótica de pelo blanco.
También ve de nuevo a Anthea, a través de una ventana cromada, en una habitación blanca conectada a un sinfín de aparatos invasivos.
Ve caras que no reconoce. Escucha sus voces ordenándole cosas. Ve a una mujer en silla de ruedas. Tiene el pelo rubio platinado, largo y lacio. Su rostro le resulta extrañamente familiar.
Ve aviones entrar por compuertas secretas. Hombres ir y venir. Una cara familiar, sonriente, triunfal.
Damon Loward.
Saca por fin la cabeza del agua cuando se le acaba el aire. Se mira en el espejo con la respiración agitada. Algo duele en su pecho y se toca sobre el corazón. Algo no está bien en él y lo sabe. Pero en su cabeza de pronto tiene una idea de dónde puede encontrarse Anthea y qué está ocurriendo allí, aunque le parece demasiado atroz para creerlo.
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