DDE IV. INTRODUCCIÓN / PRÓLOGO



Erin tiene un sueño donde flota sobre un mar de sangre. La temperatura es tibia y su cuerpo se encuentra suspendido de cualquier sensación posible. Está ausente, sus extremidades son pesadas y ligeras a la vez. Pero su mente está activa y quiere escapar. Siente vértigo sin saber por qué. Está extraviada en un mar de dolor sin nadie cerca alrededor. Estira sus manos para tocar la superficie y después se hunde. Cae lentamente, como si la sangre fuese espesa, pero puede mirar el rojo carmesí invadir sus pupilas y luego, la oscuridad. Y de pronto, ya no hay nada más que negro.

Despierta aún en la mansión de Damon. Le cuesta unos minutos ponerse en pie, primero por el mareo que le viene al despertar tan súbitamente y luego, porque aún le cuesta resignarse a su confinamiento forzado y tiene que tragarse la rabia antes de atreverse a salir de la cama. Se incorpora, renuente, y avanza despacio hacia la ventana. Lo primero que ve es su reflejo. Su cabello negro cae sobre su frente y le llega apenas a la nuca, sus ojos azules están opacos y su ropa, vieja y gris, le parece incómoda y deprimente. Luego mira a través del cristal. Allí afuera hay un jardín inmenso que se pierde a lo lejos. Hay un sendero que atraviesa las jardineras y frente a su habitación hay otra ventana más de la mansión. Suspira. Ya ha estado en ese jardín varias veces, conoce el recorrido, las bancas, los sonidos, las flores, los olores. Bufa al recordar que esa es su única distracción desde que llegó aquí. A ella nunca le ha gustado la jardinería.

Regresa con paso perezoso a la enorme cama. Se sienta a la orilla de ésta, se abraza a sus piernas y respira profundo. No sabe con exactitud cuánto tiempo lleva aquí. Ha visto el amanecer desde esa habitación muchas veces, y muchas veces también ha visto a Damon darle los buenos días y ha desayunado con su forzada amabilidad y compañía. Y ha escuchado muchas veces las mismas palabras. "Todo está bien. Esto es sólo para tu protección".

Claro, cómo no. Estar en esa enorme y hermética casa es de todo menos tranquilizador.

—Tengo que salir de aquí —susurra un par de veces, lo suficientemente convencida de que se trata de una af y no de una divagación.

~▪️~

Adam está en el segundo piso de un edificio en ruinas, en una habitación vacía y a oscuras, sentado en una silla de mimbre roja. Con un semblante sombrío y enfermizo, pero determina, se inyecta el suero en el brazo y, tras soltar el aire contenido, espera a que pasen los efectos secundarios cerrando los ojos y dejándose consumir por el placebo que calma sus dolores y ansiedad.

Finalmente, cuando se siente capaz de ponerse en pie, abre los ojos, pero se da cuenta de que sus manos se llenan de algo negro y viscoso. Trata de quitárselo con cierta desesperación pero no puede y recuerda de pronto al ser que mató en el Área 20, y sus palabras.

"Convertirse en un trágico héroe o ser un hijo obediente."

Las afirmaciones que hizo estando a punto de morir, sus razones para estar contra Wallace, su rostro sin vida, idéntico al suyo, su cuerpo convertido en lefa negra y viscosa como la que se extiende por sus manos, invaden su mente y lo hacen perder un poco más el juicio.

Después de luchar internamente contra sus propios pensamientos, finalmente logra inhibir todo para tranquilizarse un poco y se marcha de allí.

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