DDE IV. CAPÍTULO 2
Más tarde Erin regresa a su habitación y se encuentra con Otto adentro. Él está allí para hablar en secreto con ella ya que Damon no les ha permitido estar a solas. Erin lo abraza y le habla de sus presentimientos de que Damon les oculta algo y de que no es buena idea confiar en él. Otto le asegura que sabe que Damon no es de fiar, pero que Damon también sabe que él no es ningún ingenuo. La única cuestión es saber cómo actuará cada uno cuando eso pase y qué cartas jugarán. Le pide a Erin que siga el juego de Damon sin contradicciones, pues por el momento es verdad que tienen el mismo objetivo, que es recuperar y sanar a Adam, para lo cual necesitan la ayuda de Damon, pero que una vez que lo recuperen tendrá que escapar con Adam y dejarlo a él con Damon. Erin se niega a abandonarlo de nuevo, pero Otto le asegura que sólo él puede enfrentarse a Damon, pues sólo él lo conoce mejor que nadie. Erin se niega, renuente, pero Otto le pide que en su momento haga lo más prudente y proteja a Adam. Luego se marcha y Erin se queda en la habitación, pensativa.
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Desde una habitación con cámaras, Damon contempla a Erin y sonríe.
—Eso será suficiente —masculla con una sonrisa.
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Más tarde una criada entra a la habitación de Erin con la cena. Ella sale de la ducha y le informa a la mujer que esta noche bajará a comer con el señor. La mujer se marcha y Erin se pone uno de los vestidos que Damon dejó desde hace tiempo allí para ella: un vestido negro, corto, unas medias negras y unos zapatos de charol de tacón bajo. Se sienta frente al tocador y se pasa el peine para acicalar sus cortos cabellos negros, acomodándolo detrás de sus orejas y dejando un mechón sobre su frente. Se mira al espejo y suspira. Se recuerda que esto lo hace por Adam y por Otto, y finalmente sale de la habitación y se encamina al comedor.
Al entrar se encuentra a Damon de pie, dándole la espalda, mirando hacia la chimenea. Cuando cae en su presencia la recibe con educación y la invita a sentarse con él. Le dice que lo sorprendió que quisiera cenar con él después de tanto tiempo y ella aprovecha para comunicarle que ha decidido aceptar el trato y defenderlo hasta encontrar a Adam. Damon se alegra de que ella por fin haya entrado en razón y hace un brindis con ella antes de empezar a cenar.
Ella le pregunta sobre cómo ha mantenido todo oculto al gobierno mientras trabaja con ellos al mismo tiempo, y él le explica que nadie le presta atención a un novato irrelevante como Damon Loward. En cambio, si se tratara de Vincent Eyre, estarían persiguiendo fantasmas.
Cuando terminan de comer Damon la lleva a su sala particular y le muestra un álbum de fotos del equipo recién formado de Wallace. Ella observa a Otto, a Reese Myers y al propio Vincent, de jóvenes. Ve a Anthea de pequeña y, gracias a que Damon se lo indica, reconoce a la madre de Adam. Luego de hablar de ella —Damon le cuenta que fue una mujer noble que ayudó a cuidar a todos los refugiados durante su estadía en el Instituto—, Erin admite que le gustaría tener recuerdos y un pasado. Damon entonces la convence de que no es el pasado, sino las decisiones que tomamos en nuestro continuo presente, lo que forja nuestro futuro.
Al final Damon termina sincerándose y le cuenta que, cuando Otto lo capturó y luego de quitarle a Anthea, las fuerzas armadas de Wallace incendiaron su laboratorio y borraron todos sus avances. Wallace estaba a punto de matarlo, pero le perdonó la vida. Todos creyeron que lo había asesinado y el propio Wallace rindió cuentas de su defunción, pero sólo Wallace, Myers y él mismo supieron que no murió. Luego se cambió el nombre y trató de seguir con su vida, pero la depresión lo arrojó a la calle. Estuvo un tiempo como mendigo, hasta que se puso una pistola en la boca. Fue entonces cuando descubrió el poder que tenía sobre su propia existencia y decidió vivir en vez de morir. Ese día tuvo que renunciar a su antigua identidad para salvar su vida.
La razón por la que le cuenta esto es para hacerla ver que él tampoco tiene un pasado y que no necesita una etiqueta para presentarse al mundo.
—Aquí no está lo que buscas —le dice él.
—Tú no sabes lo que busco —se defiende ella.
—Lo veo en tus ojos. —Él se acerca a ella considerablemente, inclinándose hacia adelante para acariciar su rostro—. Buscas una identidad, la misma de la que yo escapo, para sentirte como el resto del mundo, o para creer que eres alguien. Pero tú ya eres alguien, ya estás aquí, y sólo tú necesitas saber quién eres. Y ahora, aquí, sabes que no eres nada de lo que fuiste antes. Esa es la única certeza, el resto depende de ti misma.
Damon la ve como afortunada por no tener que cargar con una vieja identidad, con recuerdos dolorosos ni culpas miserables. Al final la hace ver que ella es más valiosa de lo que cree.
Erin regresa a su habitación y acostada piensa en las palabras de Damon. Siente una inesperada calidez aquella noche.
Los días subsiguientes mantienen una rutina paritaria. Erin sigue a la defensiva, pero comienza a pasar un poco de tiempo con Damon. A pesar de que evita intimar con él y se repite que lo único que hace es seguir su juego como Otto se lo pidió, no puede evitar sentirse culposamente cómoda durante las cenas y en sus charlas en la sala personal de Damon, en las que se ha añadido por gusto de él una o dos copas de vino con las que Erin se desenvuelve con más fluidez durante la velada.
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Lejos de allí, en medio del camino, Adam lucha contra la abstinencia, renuente a inyectarse de nuevo. Se tiende al lado de un árbol, con el cabello pegado a la frente por el sudor, y mira al cielo con la sensación de que está muriendo, pero de pronto un ruido entre la maleza lo hace reaccionar. Al girarse distingue una figura larga y negra que se acerca a él. Detrás otra figura en color rojo. Su visión distorsionada no lo deja distinguirles bien.
La figura negra se aproxima y se acuclilla frente a él. Adam le mira, a la defensiva. Descubre que lleva una máscara de cuervo y una gabardina negra. La persona le dice que no puede escapar de lo que es. Luego la otra figura se acerca y le tiende una jeringuilla. Descubre que se trata de una mujer de cabello blanco y corto. La figura negra toma la jeringa, toma el brazo de Adam y se la clava. Adam no tiene fuerzas para defenderse, pero de inmediato siente el efecto del suero que bien conoce extenderse por todo su cuerpo. Cierra los ojos y se deja envolver por la sensación, aliviadora y revitalizante.
Mientras tanto, la figura negra, que distingue con voz de hombre, le dice que aún tiene mucho que hacer, que debe conocer la verdad, que Otto Wallace no es lo que él piensa, que le ha mentido más de lo que él cree y que la única forma de impedir que se salga con la suya es deshacerse de él. Adam, aún en estado absorto, le pregunta qué se supone que debe saber. Entonces la figura roja le extiende a la otra unos papeles que la figura negra coloca en las manos de Adam.
—Wallace ha estado jugando a dos bandos —le explica.
Adam entreabre los ojos para examinar los papeles por encima. Son declaraciones fiscales y cartas de oficio con remitente de Wallace y dirigidas a una organización anónima. El sujeto enmascarado le dice que Wallace no tiene intenciones de salvarlo ni a él, ni a Erin ni a Anthea, y que probablemente ellas sean quienes se lleven la peor parte. Le reitera que no puede confiar en él ni en el Instituto.
—¿Entonces debería confiar en ti? —se burla.
El sujeto, serio e inmutable, le dice que si quiere saber de lo que Wallace es capaz lea sus propias palabras, señalando los papeles que le ha dado. Luego, si está dispuesto a buscar respuestas y testimonios, busque a Lullaby y Manequin, y comprenderá cuál es su futuro en sus manos.
Adam lo mira unos segundos. Los dos intrusos esperan una respuesta, pero sin previo aviso Adam extiende su otra mano, convertida en una garra negra, y zarpa contra la máscara del hombre, arrancándosela de un tirón. El sujeto ladea la cabeza un poco y al volver la vista hacia él Adam descubre con horror que su rostro es idéntico al suyo, igual que el ser que asesinó en el Área 20. Sin embargo, este tiene grotescas cicatrices que le surcan la tes. No tiene labios ni nariz ni orejas, pero sus ojos son idénticos a los suyos. Al devolverle la mirada Adam retrocede con repudia. El sujeto entonces se inclina sobre él, tomándolo del cuello, y lo acorrala contra el árbol.
—Lullaby y Mannequin no son nombres reales —masculla sobre su oído—. Para Wallace son juguetes. Ratones de laboratorio. Igual que Erin y Anthea. Igual que todos los niños de su orfanato. Igual que tú y yo. ¿Crees que alguna vez has sido libre? ¿Crees que por no estar encerrado en un laboratorio no eres más que un conejillo de indias?
Finalmente lo suelta y se incorpora. Adam tose y mira al sujeto con odio, pero, al contemplar cómo su mano está cubierta por un guante y su muñeca segrega el líquido viscoso que ha visto antes en sus propias manos, siente un escalofrío. Finalmente le da la dirección de la mansión de Damon, pidiéndole que cuando termine de leer los documentos se dirija a ese lugar. Ambas figuras se marchan, dejando a Adam conmocionado y aturdido y, aunque renuente, finalmente decide leer los documentos. Lo que descubre lo deja turbado y un odio y rechazo profundos comienzan a instalarse en su interior.
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Una noche después de la cena, alrededor de la medianoche, una melodía conocida suena desde el salón. Ella sale del cuarto, vestida con el camisón y un abrigo por encima, y regresa al salón con paso ligero, donde Damon está frente al tocadiscos. La canción es la misma que bailó una vez con Adam en el Instituto. Ella entra y cuando Damon la ve ella se disculpa y le dice que conoce esa canción porque Wallace la ponía. Damon cuestiona si Wallace pasaba mucho tiempo en el Instituto y Erin calla. Damon entonces la saca a bailar y ella accede al final. Aunque le dice que no sabe bailar él la anima a moverse como quiera.
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Afuera del perímetro, Adam observa la mansión. Entonces aparece el intruso de antes. Adam sabe que está a sus espaldas aunque no se gira a verlo.
—¿Qué esperas que haga? —le pregunta.
El sujeto afirma que ya que ha leído los documentos sabe lo que tiene que hacer: deshacerse de Wallace. Adam sonríe sin gracia y le dice que lo tiene claro, pero primero se encargará de la escoria que lo intenta manipular. Entonces, ante la sorpresa del intruso, Adam hace un movimiento rápido y lo decapita en un segundo.
—Hasta la siguiente —le susurra al cuerpo sin vida, aparentemente inmutable.
Finalmente se acerca a la mansión. Patea una piedra y descubre que hay un campo de fuerza. Se acerca a uno de los guardias y le atraviesa el cuerpo con una mano. El otro le dispara varias veces y luego sale corriendo. Adam utiliza la tarjeta del que mató para entrar y cruza todo el patio frontal. Camina hacia la puerta y siente algo líquido caer al suelo. Se agacha y contempla una mancha negra sobre el suelo que cae de su cabello. Tensa la mandíbula, preocupado. Escucha unos soldados salir de la casa y se oculta entre los arbustos. Los hombres avanzan hasta la mitad del camino y otro que sale tras ellos los detiene. Se quedan hablando allí y Adam se cuela al interior.
Recorre el hall con lentitud y llega a una puerta posterior que lo dirige a la biblioteca. Allí encuentra documentos que reafirman lo que ha leído antes. Dos soldados entran y uno lo reconoce. Éste sale corriendo por refuerzos mientras el otro le apunta. Adam pregunta dónde está Damon. El hombre le dice que levante las manos y Adam se impacienta.
—Sólo eres otro peón más, ¿no es así? —infiere mientras se acerca a él.
El soldado le dispara dos veces, pero Adam alarga el brazo y le atraviesa la cara. Al salir de la biblioteca se topa con un grupo apuntándole. Adam se quita la gabardina y al abrir los ojos se tornan completamente negros.
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Arriba, Erin ríe y le dice a Damon que no puede bailar más, pero él le insiste y ella se quita los zapatos, decidida. Extiende su mano y toma la de Damon, él rodea su cintura y Erin se pega a su pecho, sintiendo la respiración pausada de él. Ella levanta la mirada y se topa con los penetrantes ojos azules del hombre que la contempla con atención y una indescifrable calidez. Comienza a guiarla en sus movimientos, sujetando su cintura con su brazo y Erin se deja llevar, abochornada. Está a punto de protestar algo, pero entonces un soldado entra corriendo e informa, alterado, que Adam Myers se coló en la mansión. Damon ordena advertir a Wallace y preparar el helicóptero por cualquier inconveniente. Luego le ordena a Erin que lo siga.
Cuando llegan a las escaleras encuentran una carnicería en la planta baja. Erin siente la respiración contenida, nerviosa por verlo de nuevo. Entonces Adam aparece entre los cadáveres. Se acerca a las escaleras, pero se queda petrificado en cuanto su mirada se topa con la de Erin. Ella se aferra al barandal y su corazón se acelera con violencia. Adam susurra el nombre de ella, momentáneamente turbado.
Damon baja y habla con él, distrayéndolo. Adam le dice que ahora mismo no viene por él, sino por el bastardo que está bajo su protección.
Entonces llega Otto y Adam se dirige hacia él, pero Damon se pone en su camino y, antes de poder lastimarlo, Erin extiende un campo de fuerza alrededor de ambos. Al recibir el golpe Erin siente una especie de descarga eléctrica. Adam continúa atacando hasta que Erin se debilita demasiado. Otto la ayuda a levantarse y la guía al pasillo. Adam se transforma y sube de un salto al segundo piso. Alcanza a Otto y a Erin. Los soldados descargan sus armas sobre él, pero los aparta de un zarpazo y alcanza a Otto. Erin pretende defenderlo, pero Damon la alcanza y la lleva consigo.
—Eres un impostor —le dice Adam a Otto antes de decapitarlo.
Erin grita e intenta volver, pero al salir del pasillo Damon le dice que aquel no era Wallace sino un doble. Esto lo escucha Adam y le pregunta dónde está Wallace. Al no recibir respuesta lo tira desde el segundo piso y sale de la mansión para rodearla, pero afuera un ejército lo está esperando con toda clase de armas.
Mientras tanto, Erin ayuda a Damon a levantarse y ambos cruzan la casa para salir por la parte trasera. Erin le pregunta a Damon sobre el doble de Otto y él le dice que en cuanto salgan de allí se lo explicará.
Del otro lado del patio trasero está el helipuerto. Caminan lo más rápido que pueden, pero Adam los alcanza. Ataca a Damon, que apenas se puede defender, pero no logra matarlo ya que Erin lo defiende con su campo de fuerza. Entonces Adam por fin se gira hacia ella, sólo para advertirle que deje de entrometerse. Ella trata de entrar en razón con él, pero Adam le dice que tiene que vengarse de Wallace. Discuten sobre el hecho de que él sea un monstruo y él piensa que siempre lo ha sido. Cuando están lo suficientemente cerca, Erin avanza y lo abraza con fuerza. En su estado mutante, Adam se queda perplejo. Ella le pide que recuerde quién es. Él baja la guardia. Damon le dispara un sedante a Adam. Él se separa, enojado. Entonces unos soldados le disparan con lanzacohetes. Damon alcanza a Erin para quitarla del camino y ella se protege junto a Damon con un campo de fuerza.
El cuerpo de Adam es envuelto en llamas y humo, pero segundos después se ve cómo éste alcanza un nivel de mutación impresionante. Se convierte en un monstruo grotesco de unos diez metros de altura, que comienza a matar y causar estragos. Éste es el verdadero potencial que ha alcanzado Adam.
Damon lleva a Erin hasta el helipuerto. Suben al tejado y cruzan el puente para llegar a la plataforma, pero antes de llegar Adam destruye el puente. Damon logra empujar a Erin para salvarla, pero él se queda del otro lado y las vigas le cortan el cuerpo en dos. Con su último aliento le dice a Erin que Adam no es el mayor logro, sino ella. Erin lo contempla con tristeza.
Desde el helipuerto una voz la llama mientras despegan. Al girarse mira a Otto de pie en el helicóptero. Ella se seca las lágrimas y se dirige hacia él. Pero antes de alcanzarlo contempla a Adam dirigiéndose hacia el helicóptero para atacarlo. Ella extiende un campo de fuerza alrededor del helicóptero y soporta los ataques de Adam con fiereza. El monstruo la mira y ella se enfrenta a él, permitiéndole al helicóptero despegar. Adam está sediento de venganza, pero Erin lo retiene y lo cuestiona, aunque él la ataca con palabras crueles, minimizándola. Al final Erin logra calmarlo un poco, dándose cuenta de su lucha interna, logrando incluso aclarar un poco sus enormes ojos ennegrecidos. Pero un misil lo alcanza y él, al desviarlo, hace que caiga sobre el helicóptero que ya había despegado.
Mientras Adam vuelve a perder todo control de su ser, volviendo a tener los ojos completamente negros, y mata al resto que está abajo, Erin se arroja hacia abajo sin sufrir daños y corre hacia el helicóptero que choca contra el suelo más allá del terreno que ocupa la mansión, estallando e incendiándose. Ella se cuela entre las llamas con un campo de fuerza y comienza a buscar entre los restos carbonizados. Encuentra a Otto bajo los escombros con heridas en el pecho y la cara. Le sostiene la mano mientras él le pide que sea valiente y lo perdone por dejarla sola. Le dice que nunca fue su intención confundirla ni engañarla, pero que hay cosas que ella misma tendrá que enfrentar para comprender y decisiones que deberá tomar no según lo que Damon o él le hayan dicho, sino conforme a lo que dicte su corazón. Finalmente le pide que le diga a Adam que lo perdone y que siempre lo ha amado como a un hijo. Otto muere en los brazos de Erin. Ella llora sobre su cadáver, desconsolada.
Poco después Adam, de nuevo como humano, se acerca, pero Erin le ordena que se marche o ella misma lo matará. Él trata de explicarle que está poniéndose del lado equivocado, pues Otto siempre fue un maldito manipulador, pero Erin está furiosa y con la energía del incendio expande las llamas en un halo de fuego. Esto, aunado a su energía propia, empieza a derretir la piel ennegrecida de Adam. Se escuchan las sirenas a lo lejos. Se acercan todas las fuerzas de rescate y Adam no puede acercarse más a ella, así que se aleja, dejando sola a Erin.
Él regresa a la casa, toma los papeles de la biblioteca e incendia el recibidor de la mansión antes de escapar.
Erin se queda allí otro rato antes de poder levantarse con el cuerpo de Otto en brazos y alejarse. Atraviesa el campo de energía que rodea la casa con facilidad y se adentra en el bosque. Llega hasta el lago que colinda la zona residencial y se hinca frente al agua, con el cuerpo de Otto sobre su regazo.
Pocos metros a la distancia, Diane, que se acerca a la zona junto con Miles después del escándalo, divisa a Erin caminando entre los árboles. Ambos la siguen, pero al verla dejarse caer de rodillas al suelo se detienen. Entonces, segundos después, ella cae inconsciente y Miles corre hacia ella. Diane contempla el cadáver y, escandalizada, le informa a Miles que se trata de Wallace.
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