DDE III. CAPÍTULO 7
Adam sigue caminando bajo la noche que ya ha caído, hasta que divisa un auto varado al frente. Medita fríamente sus pasos y al final decide acercarse.
Dos personas están de pie frente al cofre abierto: un hombre y una mujer de unos cuarenta años como poco, de apariencia desarrapada y un tanto hippie. Cuando divisan a Adam se exaltan. Él los tranquiliza con su voz serena y amable, y les explica su situación. Luego intercambia una mirada con la mujer, quien a pesar de su edad parece jovial y coqueta, y ésta decide confiar en él. Luego de tranquilizarlos y convencerlos de que su presencia no es una amenaza sino más bien un golpe de suerte, se interesa por el fallo del coche y consigue que le permitan echar un vistazo. Él se muestra analítico frente al cofre y al cabo de un minuto les dice que se trata de un derrame, nada del otro mundo, pero necesita su tiempo. Luego de que el hombre le explica que ya han llamado a un mecánico, pero que se ha demorado demasiado, Adam se ofrece a reparar el daño a cambio de agua y algo de comer. La mujer se muestra entusiasta con la idea y Adam se pone manos a la obra, pero antes les pide cinta y herramientas. Ella manda a su hermano a por la caja de herramientas que está en el maletero y él obedece a regañadientes. Abre la cajuela, saca la caja de herramientas y entonces escucha un golpe seco en la parte delantera. Cuando se acerca unos pasos divisa una sombra inmóvil reflejada en el suelo. Sin embargo, antes de que pueda acercarse, algo lo golpea en la cabeza y cae al suelo. El hombre lucha con las pocas fuerzas que le quedan, pero esto sólo consigue poner a Adam más violento, quien termina golpeando su cabeza repetidas veces sobre la grava hasta matarlo. Se aparta del cuerpo con dificultades, sintiendo una adrenalina y extasis inexplicables. A fuerza de voluntad, coge el cuerpo y lo mete en la cajuela. Acto seguido se acerca a la mujer que está inconsciente en el suelo y, sabiendo que ya no puede retroceder, aprieta su cuello hasta asfixiarla. Luego la levanta, tembloroso, y la mete también en la cajuela. Después se sienta en el lugar del copiloto y prende un cigarrillo que encuentra en la guantera. Espera pacientemente en un silencio marcial, mirando hacia la oscuridad, y por varios minutos que son eternidad para él, tiene la sensación de haberse convertido en parte de ella.
Casi media hora más tarde aparece una camioneta que se estaciona detrás del coche varado. Un hombre mayor baja de éste y Adam lo saluda educadamente. Cuando el mecánico pregunta por la mujer que lo llamó Adam le dice que fue su esposa que se ha alejado para buscar ayuda después de haberle esperado por tanto tiempo. El hombre, apenado, se aboca a su labor y después de casi una hora trabajando en la oscuridad con únicamente la iluminación de la linterna sostenida por el educado hombre a sus espaldas, arregla por fin el motor y pone en marcha el auto. En cuanto termina, Adam le da las gracias, pero entonces el mecánico repara en un detalle que se le había pasado en un principio: al atardecer le había llamado una mujer que le había indicado que ella y su hermana estaban varadas a la mitad de la autopista, e incluso recuerda que había escuchado la voz al fondo de la segunda mujer, pero que ella nunca mencionó a un tercer acompañante. El mecánico se lo menciona al hombre cuando escucha unos ruidos extraños provenientes de la cajuela. Entonces Adam se echa a reír.
—Es una pena que haya mencionado eso. De otro modo habría vuelto a casa esta noche sin mayores inconvenientes. Pero como es un hombre curioso y astuto voy a darle dos opciones: la primera es abrir la cajuela y responder a sus propias preguntas; la segunda es correr hacia su auto e intentar huir de la muerte. Naturalmente, mientras le digo esto, usted ya está muerto.
El hombre desea correr, pero la sonrisa torcida de Adam lo petrifica. Lentamente camina hacia atrás, rodea el coche y llega hasta su camioneta, sin apartar la mirada de la siniestra sonrisa del hombre oscuro. Pero, cuando intenta subir a su camioneta a toda prisa, se da la vuelta y entonces siente un dolor agónico que le atraviesa el tórax. Al bajar la mirada contempla la mano ensangrentada que le atravesó el pecho. Muere con una expresión de terror petrificada.
Adam cierra su puño dentro del cuerpo, sintiendo los órganos en su palma. Debe sacar fuerzas de flaqueza para apartase del hombre y dejarlo caer. Levanta la cabeza, cierra los ojos y suelta un profundo suspiro, apartando sus deseos bestiales por destruir el cuerpo con violencia y sadismo.
Finalmente, después de una larga lucha interna, traslada los tres cuerpos a la parte trasera de la camioneta, la empuja hacia la orilla del camino y le prende fuego, antes de subir al auto y marcharse tranquilamente. Sabe que se ha convertido en un monstruo, porque el placer que la violencia y la sangre le causan no es nada normal, pero aún así, no puede evitar sentir una incorrecta excitación mientras mira por el retrovisor la camioneta en llamas.
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Pocos minutos después un auto todo terreno pasa junto a la camioneta en llamas. Diane y Miles contemplan la estampa y se miran furtivamente, impresionados. Leslie duerme en la parte trasera. Diane pregunta si deberían llamar a la policía, pero él niega con la cabeza.
—No hay que tentar a la suerte. Acabamos de robar un banco, ¿recuerdas? —señala él.
Ambos concuerdan en que alguien más que cruce la autopista se dará cuenta y llamará a la policía. Acto seguido, Diane enciende la radio y sintoniza una estación de baladas para tratar de dormir un poco durante el resto del camino hacia Chicago.
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Al día siguiente, Damon Loward visita la torre donde la rubia que capturó a Erin lo recibe con bastas atenciones. Luego lo conduce por las instalaciones para un chequeo general y más tarde se dirige al último piso para entrar a una sala donde se encuentran los sujetos de experimentación. Entre ellos, que no son un grupo mayor a cien jóvenes vestidos con batas blancas, Damon es conducido hacia una pareja de jóvenes albinos, una chica y un chico, y sonríe al contemplarlos.
—Así que estos son los gemelos de Anthea —comenta.
Luz y Leo miran hacia el suelo mientras la rubia de traje, que resulta ser la directora del centro de investigación, le explica la situación de los gemelos: sus poderes siguen intactos después de todos estos años, aunque el "vínculo" a presentado brechas y no es completamente estable. Sin embargo, sus poderes han alcanzado una madurez óptima: operativamente, ella posee el poder de la manipulación psicológica-emocional, mientras que él, el poder de la manipulación física-motriz. Damon se muestra satisfecho al oír esto y comenta que serán útiles para los propósitos de la misión inconclusa del sector 6.
Luz, que ahora tiene el cabello corto, levanta la cabeza para mirar a Damon con odio. Él levanta una echa y sujeta su mentón, acercándose vertiginosamente a su rostro. Leo aprieta los puños al observar de reojo como Damon le recorre con la mirada y sonríe al aspirar su aroma. Luz, valiente, no le quita la mirada de encima. Damon informa que se los llevara al Área 20 y que él mismo llevará los experimentos concernientes a ésta a partir de ahora. Dos hombres que escoltan a Damon toman de los brazos a los gemelos y los hacen caminar con ellos. Así, mientras la mujer rubia le habla de los beneficios que Luz Kagee puede traer a la continuación de los experimentos extraviados y que las "copias de seguridad" no se han recibido desde que él se marchó, caminan a través de la larga fila de jóvenes hasta llegar a una habitación apartada de todos, donde sólo la directora y Damon entran mientras el resto de sus escoltas se quedan afuera.
Adentro, una enfermera posa una silla de ruedas frente a ellos, saluda educadamente y se retira. En la silla, Erin se encuentra consciente pero incapaz de moverse demasiado, con varios aparatos conectados todos en sus brazos y su cabeza, controlando sus energías como una camisa de fuerza. Está agotada pero aún así mira a Damon con ojos impenetrables. Damon la contempla unos segundos y luego le pide a la mujer que los deje solos. Ella, a regañadientes, se marcha y cierra la puerta. Damon finalmente se acerca y se pone de cuclillas frente a ella, contemplándola con adoración.
—Así que tú eres la famosa Erin Kenrick —le habla con voz amable—. Estoy impresionado. He escuchado tanto de ti. Tantas hazañas tan temerarias. Eres un titán dentro del círculo —habla pausadamente—. Y encontrarme un rostro tan angelical, tan inocente y tan joven... Me hiela la sangre pensar en todas las cosas que Wallace planeaba hacer contigo.
Erin lo contempla en silencio. Ella ya ha adivinado quien es y lucha por intentar hacerle daño, pero con los aparatos conectados no puede hacer nada más que mover ligeramente la cabeza. Al escucharlo hablar de Wallace frunce el ceño, perdida.
—Oh, es verdad que Wallace es tu querido tutor. Crees que él es el héroe, ¿no? —dice él—. El viejo héroe de la historia que tú tienes que salvar. Bueno... Voy a decirte algo, Erin —pronuncia con cuidada amabilidad y lleva su mano a la suya, tomando la mano derecha de ella entre sus dedos—. Todos hemos sido monstruos, y todos los monstruos han sido humanos —pronuncia, llevando sus nudillos a sus labios.
Luego se levanta y se da la vuelta para marcharse, mientras Erin frunce profundamente el ceño y lucha por hablar audiblemente.
—Fuiste tú... —logra pronunciar—... Siempre has sido tú.
Damon sonríe de pie frente a la puerta y de inmediato se gira con gesto jovial.
—Eres más inteligente de lo que Wallace creía —da un paso hacia ella—, y seguro que más astuta de lo que ellos creen —señala con la cabeza al cristal por el que los vigilan mientras da otros pasos hacia ella—. Por eso voy a pedirte un favor especial —dice un poco más bajo y llega hasta ella, se inclina frente a su silla y la encara—... Mátalo —pronuncia con seriedad sobre su oído para que sólo ella lo escuche.
Luego se da la vuelta y abre la puerta, dirigiéndole una mirada inquisitiva a una muy confundida Erin, que guarda recelosamente un pequeño aparato en su puño derecho. Al salir Damon, la enfermera de antes entra para sacar a Erin de la habitación.
Todo esto ocurrió porque Damon pidió expresamente que llevaran a Erin junto con el resto de pacientes cuando él llegara, de modo que desde que la capturaron hasta ahora había estado en una semi inconsciencia permanente. Al salir, Damon le dice a la directora que ejecuten a Erin, pues ya no les es de utilidad. La directora se muestra contrariada, pero Damon le explica que tanto ella como Adam Myers representan errores que ahora deben ser eliminados y por ningún motivo reunidos. También le dice que si ella lograra fracturar el sistema energético como la vez pasada sería muy mala suerte para todos ellos. Esto lo dice enfrente de Erin, por lo que ella entiende la indirecta: la está invitando a escapar contra reloj.
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