DDE III. CAPÍTULO 6
El avión de Damon aterriza en una base militar en medio del bosque, en Chicago, durante la medianoche. Anthea se encuentra esposada frente a la puerta de salida, siendo vigilada sólo por un tipo. Es entonces cuando aprovecha su oportunidad: se levanta y, con agilidad, logra pasar sus manos hacia enfrente, mientras el hombre está de espaldas a ella. Luego toma un objeto pesado que está en el piso y se lo estampa en la cabeza, dejándolo inconsciente. Acto seguido toma las llaves de las esposas que lleva consigo el hombre y se las quita para luego abrir la puerta y salir del avión.
Echa a correr a través del hangar donde se encuentra y se esconde detrás de grandes cargas que están distribuidas alrededor. Sin embargo, se detiene a medio camino cuando descubre a Damon a lo lejos, en la salida, hablando con un muy serio Otto Wallace. Ella los contempla impactada, pues es la primera vez, después de muchos años, que vuelve a ver a Wallace. Damon le está diciendo algo con una sonrisa burlona mientras un grupo de soldados los rodean, como si estuvieran allí para no permitirle escapar. Otto sólo observa a Damon en silencio, con una expresión que a Anthea le parece de lástima y preocupación. Acto seguido, el grupo de hombres sale del hangar y Anthea los pierde de vista. Ella no duda ni un segundo en seguirles con la firme intención de rescatar a Wallace.
Comienza a cruzar por el campo de aterrizaje hasta llegar a un edificio de cuatro pisos aparentemente sin vigilancia. Sube hasta el último piso y observa desde allí cómo el grupo de Loward, incluyendo a Wallace, salen de las instalaciones en un automóvil blindado con el que cruzan el cercado y se alejan por la zona restringida del perímetro exterior. Anthea chasquea la lengua al mirar el auto alejarse.
Entonces baja del edificio y se escabulle hasta la puerta del enrejado, donde un soldado se encuentra vigilando. Ella se lanza contra él, tumbándole y arrebatándole el arma. Una vez que lo tiene sometido descubre que es otro de los "reprogramados" de Damon. Le pregunta a dónde se han llevado a Wallace, pero éste se niega a responder, sin reaccionar a las amenazas de ella. Anthea insiste hasta que otro soldado la descubre y se acerca. Ella se levanta y, con el arma del primer hombre, golpea al otro, pero éste ignora el dolor y comienza a disparar. Sin más remedio ella le dispara a la cabeza y lo mata. El otro soldado se levanta y comienza a ahorcarla, pero ella logra levantar el arma hasta su entrepierna y, al quitárselo de encima, lo mata del mismo modo. Asustada, arroja el arma y escapa de allí.
Comienza a buscar una forma de cruzar el cercado, recorriendo el perímetro con cautela, pero de pronto se topa con un grupo de siete reprogramados que la están buscando. Sin poder avanzar más por el perímetro, se desvía hacia el interior y se oculta en uno de los cuartos que están a su izquierda. Sin embargo, uno de los soldados la ve y va tras ella. Al interceptarla Anthea se ve obligada a pelear con él. Ella realmente no posee mucha habilidad en pelea, pero es ágil y logra defenderse de las balas que el hombre le suelta. Al final logra someterlo en el suelo y arrebatarle el arma. Entonces otros tres hombres se acercan y le apuntan, pero ella utiliza al soldado que venció como escudo y con la otra mano comienza a disparar la ametralladora hacia los hombres y, aunque falla muchas veces, logra asesinar a los tres hombres antes de que puedan acercarse a ella. Estos también disparan, por lo que el hombre que utiliza como escudo termina muerto. Ella se aleja en cuanto escucha que el resto del grupo se acerca al lugar.
Comienza a bordear el lugar para salir de allí, pero entonces observa a uno de los soldados que la buscan cerca de la salida. A ella le resulta relativamente fácil interceptarlo y derribarlo. El arma que trae el soldado sale volando, por lo que éste termina desarmado. Ella aprovecha y comienza a golpear su cabeza una y otra vez contra el suelo de concreto hasta que le abre el cráneo y lo deja moribundo. Agitada, Anthea observa al hombre con cierta pena. Se levanta temblando y comienza a caminar hacia la salida, pero justo al cruzar el amplio umbral escucha un click desde su espalda y comprende que la han derrotado. Levanta las manos y se gira lentamente para encarar a su captor. El soldado le apunta sin compasión a la cara y le ordena arrodillarse. Ella le dice que es mejor que la mate porque, de lo contrario, no la someterá. El soldado está a punto de jalar el gatillo cuando otra arma se levanta y apunta a la cabeza del soldado. Alguien sale detrás de éste sin dejar de apuntarle y Anthea pierde el aliento al descubrir que se trata de Goti. Éste advierte fríamente al soldado que no debe matarla, pues deben llevarla al laboratorio con vida.
Ambos hombres se miran distendidamente y al final el soldado baja su arma. Sin embargo, Anthea aprovecha esta oportunidad para soltarle una patada en las piernas al hombre e irse sobre él. Logra someterlo en pocos segundos y sin pensárselo demasiado le quiebra el cuello. Sorprendida por su propia sangre fría se levanta para encarar a Goti, quien al presenciar el acto no duda en dispararle a la pierna. Ella cae al suelo y él aprovecha para tomarla del brazo y llevarla consigo. Pero Anthea saca fuerzas y le araña la cara. Desconcertado, Goti la suelta y ella le da un codazo en el mentón, derribándolo y cayendo sobre él en el acto.
Goti toma su arma y la golpea en la cabeza con ésta. Luego se posa sobre ella y la ahorca con la misma. Anthea se aferra a la larga trenza de Goti con desesperación y logra soltarle un rodillazo en la entrepierna con su pierna buena. Goti pierde fuerzas momentáneamente y Anthea aprovecha para quitárselo de encima, empujando su cara. Entonces comienzan a forcejear y ella logra deshacerse del arma. Goti la toma del cuello y con una fuerza bestial la estampa de espaldas contra la tierra. Luego dirige su otra mano a la herida de bala que tiene en la rodilla e introduce un dedo en ella, haciendo que casi se desmaye de dolor. Ella se aferra a sus hombros y le suplica que pare. Goti responde fríamente que sólo lo hará si ella se rinde. Anthea asiente débilmente y Goti saca el dedo de la herida. Pero entonces ella lo rodea de los hombros con fuerza y oculta su cara sobre su cuello. Él intenta quitársela de encima pero, tras tranquilizarse un poco, Anthea logra empujarlo y tirarlo de espaldas. Goti gruñe al darse cuenta de que fue engañado y lleva sus manos a los brazos de ella para soltarse. Cuando finalmente ella aparta su rostro él la sujeta de la mandíbula para alejarla, pero entonces ella lleva sus manos al rostro de él y, débilmente y con lágrimas en el rostro, une sus labios con los suyos, tomándolo desprevenido.
Goti abre mucho los ojos, completamente sorprendido y desarmado. Al sentir las lágrimas de Anthea mezclarse entre sus labios él separa los suyos instintivamente y cierra los ojos con fuerza, imperiosamente confundido. Finalmente, después de varios segundos sin saber cómo reaccionar, tiende sus manos a sus costados y deja que ella siga besándolo a sus anchas, sintiendo como un cosquilleo le recorre desde el vientre hasta el pecho, renunciando a cualquier control de la situación. Cuando siente sus labios separarse entreabre los suyos y deja escapar instintivamente un ligero suspiro, esperando de nuevo ese contacto. Pero, al abrir los ojos, por un segundo, un dolor punzante se arremolina en su pecho y su cabeza. Entonces ella pronuncia unas palabras entrecortadas:
—Lo siento —susurra con lágrimas en los ojos.
Sujeta su cabeza con ambas manos y, con todas las fuerzas que le quedan, golpea su nuca contra el suelo. Goti pierde la consciencia inmediatamente. Anthea suelta un suspiro y vuelve a llorar en silencio sobre su pecho.
~▪️~
Lejos de allí, sobre la autopista en dirección a Chicago, durante el atardecer, una lluvia tenue cae sobre los techos de los coches que circulan a gran velocidad con sus faros encendidos. A la orilla de la carretera, un transeúnte vestido de negro con la capucha echada a la cabeza, desalineado y empapado. Levanta el pulgar cada vez que un auto pasa cerca. Anda con lentitud y parsimonia en dirección hacia Chicago. Sabe que no llegará a tiempo y que nadie se detendrá a ayudarlo.
Durante su andar solitario recuerda a Erin y los días lejanos en los que anduvieron hasta Boston sorteando a la suerte. Con ella habría sido mucho más fácil atravesar cientos de pueblos. Al principio había sido molesta y azorante, pero con el paso del tiempo se volvió un mal necesario, luego una compañía bastante soportable y al final hasta deseable. No se había dado cuenta hasta entonces de que había comenzado a extrañar a Erin. Sin embargo, ya no podía buscarla, no podría acercarse a ella ni cumplir sus viejas promesas.
"Nunca te dejaré sola". Tonterías. La había dejado completamente sola y ahora no la buscaba a ella, sino a Anthea. Pero ahora sabía, con la pizca de cordura y claridad que le quedaba dentro del caos violentos en que se había convertido su mente, que si quería mantener a salvo a Erin tendría que mantenerse muy alejado de ella.
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