DDE I. CAPÍTULO 8



Varios días después Erin se encuentra en entrenamiento militar por la mañana mientras, en un combate de práctica, se lastima el tobillo y tiene que ir a la enfermería.

Una vez allí Natalie, la doctora de la enfermería del Instituto, la atiende con amabilidad. Natalie es una rubia de carácter accesible y facilidad de palabra que se muestra especialmente interesada en Erin ya que sabe sobre la condición de ella y Adam. Charlan un rato mientras Natalie venda el tobillo de Erin, cuando de pronto llaman a la puerta. Natalia atiende y se encuentra con Adam. Ambos se saludan con familiaridad. Luego Adam saluda a Erin y le informa que Otto pidió verlos a ambos. Después de un rato se marchan, dándole las gracias a Natalie, que se despide notoriamente más animada de Adam.

Ambos caminan juntos hasta el edificio principal mientras él la ayuda a caminar, y finalmente llegan hasta el despacho de Otto. Allí él les pide que se sienten, les ofrece de beber y con cordialidad les comunica que el momento de actuar a llegado.

La decisión ha sido tomada y el plan de acción se ha organizado junto con otras fuerzas externas pertenecientes al Instituto. Otto ha pasado estos dos meses en contacto con ellos y han acordado que ambos flancos están listos para actuar. Otto les informa que mañana en la mañana saldrán hacia Washington para reunirse con el equipo que los acompañará en su misión.

Erin está de acuerdo de inmediato con el plan, pero Adam se muestra renuente y molesto con la idea, siendo incluso grosero con Otto. Sin embargo, termina midiendo sus palabras y accediendo al plan sin muchas ganas. Cuando Otto les permite retirarse, pidiéndoles que empaquen pocas cosas y que estén listos mañana a las 6 a.m., Adam se levanta con violencia y se marcha rápidamente. Erin, algo confundida, tarda un poco en salir, pero para entonces Adam ya ha desaparecido.

Ella se dirige a su habitación para hacer su maleta y cuando termina se sienta a mirar el álbum de fotos viejas, prestándole especial atención a la foto donde sale Adam. Entonces descubre una cadena en el pecho del padre de Adam, y de pronto la recuerda en el escritorio de Otto. Intrigada, se dirige al despacho de éste, pero no encuentra a nadie. Ella entra sin permiso, pero ya no encuentra la cadena. A pesar de estar mal, decide buscarla superficialmente entre los cajones, pero inesperadamente encuentra un viejo marco con una fotografía de Otto y el padre de Adam de cuando eran jóvenes, abrazados de una forma comprometedora. Erin, confundida, decide dejar las cosas en su lugar y marcharse.

De regreso a su habitación, pasa cerca de la puerta de la habitación de Adam. Entonces se detiene al escuchar dentro la voz de Adam y Otto. Adam está exaltado y le reclama a Otto por el tiempo que ha perdido allí encerrado, el tiempo que ha estado a merced de sus investigaciones mientras pudo haber buscado respuestas por su cuenta. Otto, más calmado, le dice que lo que le pide no es por beneficio propio sino de las personas afectadas, los indefensos que necesitan ayuda. Adam alega que él también necesita ayuda y le reclama al final que él y su padre siempre lo hayan visto como un arma más. Entonces Otto le asegura que él y su padre siempre lo amaron.

Aquí Erin sospecha sobre la relación que Otto tubo con Reese Myers, el padre de Adam. Luego Otto le dice que él (Adam) pudo haber muerto en el incendio del Sector 6, no haber encontrado a Erin o no haber soportado la mutación, pero sobrevivió, está aquí y ha permanecido vivo más tiempo del que él mismo esperaba. Luego le extiende la mano, entregándole una cadena de oro con un relicario (todo esto no puede verlo Erin) y le dice que no puede prometerle darle más tiempo, pero sí ayudarlo a hacer lo correcto con el que le queda. Esto último preocupa a Erin, pero al escuchar los pasos de Otto retrocede y se esconde en una esquina.

Otto sale de la habitación y se marcha hacia el otro lado. Erin sale de su escondite y escucha cómo Adam azota la puerta con furia. Adentro, éste arroja al suelo todo lo que encuentra a su paso. Luego se tira de espaldas a la puerta, furioso y sollozando, con la cadena en su mano, antes de arrojarla también al piso y hundir su rostro entre sus brazos. Del otro lado de la puerta Erin se queda de pie, escuchando, pero finalmente no se atreve a llamar a la puerta.

Al día siguiente Erin se levanta temprano para alistarse y sale a las 6 de la mañana. Se encuentra con Otto a las puertas del Instituto. Ambos esperan a Adam por un largo rato, pero al no aparecer, Erin es quien va a buscarlo.

No lo encuentra en su habitación y lo busca en los pocos lugares donde lo vio con frecuencia. Después de un rato dando vueltas pasa por fin por los campos de entrenamiento y al acercarse a la enfermería decide preguntarle a Natalie si no lo ha visto. Sin embargo, lo primero que se encuentra al entrar es a Natalie, montada sobre una mesa, siendo embestida brutalmente por Adam, que está semidesnudo y por su condición tiene una anatomía más bestial, que al parecer a Natalie no parece molestarle.

Erin se echa para atrás, haciendo ruido sin querer. Entonces Adam y Natalie notan su presencia y ella sale corriendo. Corre sin descanso hasta los baños, donde se encierra y comienza a llorar. Finalmente se da cuenta de que siente un vacío extraño en el pecho, mucha rabia contra Adam y mucho odio contra Natalie. La imagen de ella desnuda, rodeándolo, y él permitiéndole tocarlo la enferma de odio. Se siente extrañamente traicionada y no puede evitar que le venga a la mente la idea de haber estado en el lugar de Natalie. Eso sólo la hace llorar aún más, con una sensación de miedo y asco que la perturba y conmociona, como a una niña pequeña, y no es capaz de salir sino hasta que recobra la entereza.

Finalmente sale y se dirige a donde Otto. Allí se encuentra con que él y Adam ya la esperan. No es capaz de cruzar mirada con éste último y sólo se limita a caminar tras ellos. Ni siquiera le importa comentarle sobre lo de Otto y su padre, ni preguntarle qué es lo que lo tiene tan paranoico con el tiempo, porque sus sentimientos están desbocados y revueltos de pronto. Así que no se dirigen la palabra en todo el camino en auto hacia la estación de trenes. Allí bajan los tres y se dirigen al interior para pagar sus boletos. Discretamente, Otto les señala a dos sujetos que los siguen, informándoles que ellos los acompañarán y cuidarán en el viaje.

Los tres entran juntos al tren, seguidos de lejos por los dos sujetos. Otto les pide que compartan el vagón. Adam se sienta frente a ella y ambos se quedan en silencio mientras el tren avanza. En medio de ese silencio incómodo, Adam le pide perdón a Erin por lo que vio, pero ella, sin poder controlar su mal humor, termina atacándolo con demasiado enojo, colmando su paciencia y haciéndolo enojar a él también.

—Lo siento. Fue incómodo para los dos... No esperaba que aparecieras allí —comenta Adam.

—Claro que no —masculla Erin.

—Lamento que hayas visto lo que viste —se excusa.

—No me importa con quién folles Adam, no es mi problema. No tienes que disculparte.

—No lamento follar con ella. Sólo lamento que hayas estado allí.

—Sí, yo también.

—Bien.

—¡Bien!

—Bien...

—...

—... Pero estás molesta.

—¡Actuaste como un imbécil! —explota, y al no obtener respuesta de su parte continúa—. Con Otto. Y no llegaste a la hora que nos citó... Y en vez de eso, en vez de enfrentar tus problemas, vas y follas con cualquier idiota.

—¿Quieres que me disculpe con Otto? —levanta una ceja.

—Quiero saber por qué estás así con él —admite.

—Ese no es asunto tuyo.

—Pero también me afecta.

—¿En qué?

—Si no hubieras estado enojado con él yo no te habría ido a buscar en primer lugar y no hubiera tenido que saber que te follas a Natalie.

—Dijiste que no te importaba con quién follo.

—¡No me importa!

—¿Cuál es tu punto, entonces?

—¡Que estás actuando como un imbécil!... No sé cuál sea tu maldito problema, pero Otto no tiene la culpa de que estés amargado.

—Tú no sabes nada —tuerce la boca con desdén.

—Si me lo dijeras podría entenderlo.

—Ya te dije que no es tu puto problema.

—En ese caso no te atrevas a faltarle al respeto a Otto de nuevo.

—¿Me estás amenazando? —se burla.

—Tómalo como quieras. —Se cruza de brazos.

—¿Te pones ahora de su lado? Ahora son muy íntimos, ¿no?

—Sólo sé que él sí es maduro y me tiene confianza.

—Entonces ve a que te cuide el culo él.

—No necesito que lo haga. Ahora sé cuidarme sola, gracias.

—Genial. Felicidades.

—¡Ni siquiera necesito tu maldita promesa! —le grita Erin, desesperada por tanta rabia y dolor.

—¿Qué? —Adam no comprende ese comentario de inmediato.

—Puedes ir y metérsela por el culo a Natalie.

Adam se ríe, incrédulo.

—En serio no te entiendo —suelta.

—¿De qué hablas?

—¿Estás celosa?

De pronto y sin previo aviso, lo ataca con su fuerza energética, perdiendo los cabales.

—¡Eres un idiota Adam! ¡Esto no se trata de mí o de ti y tus estúpidos aires de grandeza! Mucha gente está en peligro y tú actúas como un crío egocéntrico.

—... Eres una jodida loca —resopla.

—Y tú no eres más que un inmaduro de mierda. Y Otto no merece haber tenido que soportar a un idiota como tú por tanto tiempo.

—Erin... ese no es asunto tuyo. No hables de lo que no conoces —su tono de pronto se vuelve sombrío.

—No necesito saber nada para ver que eres un dolor de cabeza. Un idiota infantil que sólo piensa en sí mismo —suelta como estocada final.

—Cierra la maldita boca, Erin —masculla él, harto.

Al final de la discusión él se marcha. Poco después uno de los escoltas aparece en el vagón de Erin, con lo que se entiende que Adam corrió al escolta de su vagón y se quedó en éste.

Erin se queda dormida. Cuando despierta ya está anocheciendo. La despierta el ruido del tren al detenerse, y mientras ella se asoma por la ventana, desperezándose, el escolta abre la puerta del vagón. La luz se ha ido y el otro guardia, junto con Otto y Adam, salen al pasillo. Todas las personas, intrigadas, también salen y se arma un barullo. Erin, confundida, se asoma al otro vagón, el de adelante, y después de unos segundos observa a un grupo de hombres intimidantes que se abren paso entre la gente. Alarmada, cierra la puerta y les avisa lo que ha visto.

De inmediato el grupo echa a correr en dirección contraria, cruzando los vagones a toda prisa, esquivando a la gente y yendo hacia atrás todo lo que pueden. De pronto el tren comienza a avanzar de nuevo, y todas las puertas son cerradas, dejando a los pasajeros atrapados.

Llegan al vagón del comedor cuando, frente a ellos, un grupo de hombres con armas los interceptan. Intentan retroceder, pero el otro grupo que venía tras ellos los acorrala. De entre este último grupo se abre paso un hombre de traje y expresión hostil. De inmediato, al ver a Otto, extiende una sonrisa socarrona.

—Que buen botín he conseguido —ríe.

El hombre se acerca a ellos, tratando de intimidarlos, diciéndoles que no podrán volver a escapar, y que se ha llevado el premio mayor al conseguir al invaluable líder del grupo. Adam se burla de él, diciéndole que es un fanfarrón, y cuando el hombre intenta acercarse a él, el campo de fuerza de Erin se lo impide. El hombre se gira hacia ella y trata de intimidarla con sus palabras despectivas, luego le pide que se rinda, pues sería una pena matar a un experimento tan valioso como ella. Cuando se aleja de ella le ordena a sus hombres que los capturen. Uno de ellos se acerca a Erin, pero ella le advierte que si la toca lo matará. Entonces el hombre de traje sonríe y ordena capturarlos.

Pero antes de que puedan disparar, Erin le arrebata el arma a todos los atacantes, arrojándolas al suelo. De inmediato Adam los ataca y todos comienzan a luchar. Cuando venden a sus atacantes el grupo aprovecha para escapar. El hombre de traje ordena seguirlos, pero recalca la importancia de no matarlos.

Los hombres comienzan a perseguirlos y el grupo tiene que seguir corriendo hacia la parte trasera del tren. En uno de los vagones Otto se detiene y les dice a Erin y a Adam que deben escapar del tren por una de las ventanas, pues es su única oportunidad. Erin se niega rotundamente a abandonarlo, pero Otto le dice que es imprescindible que ellos dos lleguen a Washington. Se ven interrumpidos por sus perseguidores y tienen que seguir corriendo, pero al cruzar los últimos dos vagones, antes de abrir la última puerta, escuchan un ruido extraño en el último vagón. Uno de los escoltas se aproxima para investigar, pero es asesinado con brutalidad por una enorme bestia. Al encontrarse acorralados, Adam golpea una puerta para entrar a uno de los cuartos donde un pasajero se oculta bajo el asiento, asustado. Allí se encierran los cuatro y el otro escolta trata de mantener la puerta cerrada lo más que puede.

Sin otra alternativa más que saltar por la ventana, Otto le reitera a Erin que lo primordial es que ellos lleguen a Washington, prometiéndole que él va a estar bien. Finalmente le recuerda a Adam que ni él ni ellos mismos son la prioridad, sino la gente a la que tratan de salvar. Erin no quiere escucharlo, por lo que Otto toma sus manos y le pide que crea en él. Aunque ella no está convencida aún, los golpes en la puerta apresuran las cosas y Adam, sin más miramientos, sujeta a Erin por la cintura y la arrastra con él contra el vidrio, rompiéndolo y arrojándose al exterior.

Sin embargo, antes de eso, Otto deja en las manos de Erin un objeto: una cadena de oro con un relicario.

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